Analizadlo todo, retened lo bueno. 1 Tes. 5.21.
Por Miguel Angel Garcete

La
Biblia dice en el Salmo 19 versículo 7 “La ley del Señor es
perfecta, que convierte al alma”. ¿Qué es lo que dice la
Biblia que es perfecta, en realidad, y convierte al alma? Las
Escrituras lo hacen ver muy claro que “la ley del Señor es
perfecta, que convierte al alma”. Ahora, para ilustrar la función
de la ley del Señor, vamos a ver por un momento la ley civil.
Imagínese que yo le diga “tengo buenas noticias para
usted. Alguien ha pagado una multa de tránsito de
$25,000 dólares que usted debía” Usted probablemente reaccionará
diciendo “¿de qué estas hablando? Estas no son buenas noticias:
eso no tiene sentido. Yo no tengo ninguna multa de tránsito de
$25,000 dólares”. Mis buenas noticias no lo serían para
usted: esto le parecería una tontería. Pero más que esto,
sería ofensivo para usted porque yo estaría insinuando que usted ha
roto la ley cuando usted no cree que lo haya hecho. Sin embargo, si
lo pongo de esta manera, esto tendría más sentido: “En ruta a
esta junta, la ley lo cronometro a 55 millas por hora en una área
delimitada para una convención de niños ciegos. Había diez
señales claras que decían que 15 millas por hora es la velocidad
permitida. Lo que hizo fue extremadamente peligroso; hay una multa de
$25,000 dólares. La ley iba a tomar su curso cuando alguien que
usted ni siquiera conoce pasó al frente y pagó la multa por usted.
Usted es muy afortunado”.
¿Puede
ver que al decirle primero precisamente lo que usted
hizo mal, realmente hace que las buenas noticias tengan sentido?
Si yo no traigo claramente la instrucción y el entendimiento de que
usted ha violado la ley, entonces las buenas nuevas le parecerían
tonterías o un insulto. Pero un vez que usted comprenda que ha
roto la ley, entonces las buenas noticias llegarán a ser realmente
buenas.
Ahora,
si de la misma manera me acerco a un pecador y le digo “Jesucristo
murió en la cruz por tus pecados,” esto le parecería una
tontería y le sería ofensivo. Tonterías porque no tendría
sentido. La Biblia dice que: “la
predicación de la cruz es locura a los que se pierden” (1Corintios
1:18). Y
ofensivo porque estoy insinuando que él es un pecador cuando él no
piensa que lo es. En cuanto a él, hay mucha gente que es peor
que él. Pero si tomo un poco de tiempo para seguir en
los pasos de Jesús, podrá tener más sentido. Si tomo el
tiempo de abrir la ley divina, los diez mandamientos, y mostrarle al
pecador precisamente lo que él ha hecho, que él ha ofendido a Dios
al violar Su Ley, entonces cuando el llegue a ser, como dice
Santiago, “convictos
de la ley como trasgresor” (Santiago 2:9), las
buenas nuevas de que la multa ha sido pagada no será locura, no será
ofensivo, pero será “el
poder de Dios para la salvación” (Romanos 1:16).
Ahora,
con esa información en mente como una introducción, vamos a ver a
Romanos 3, versículo 19. Veremos algunas de las funciones de
la ley de Dios para la humanidad. Romanos 3, versículo 19 dice
así: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a
los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el
mundo quede bajo el juicio de Dios.” Entonces una función
de la ley de Dios es el parar cerrar la boca. Para parar al
pecador de que se justifique a si mismo y diga “hay mucha gente
peor que yo. Yo no soy una mala persona, realmente…en verdad”.
No, la ley detiene a la boca de justificarse y deja a todo el mundo,
no sólo los judíos, pero todo el mundo culpable frente a Dios.
Romanos
3:20 dice: “ya
que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado
delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del
pecado.” Entonces la ley de
Dios nos dice qué es lo que es el pecado. 1 Juan 3:4 dice, “pues
el pecado es infracción de la ley.” Romanos 7 versículo 7
dice: “¿Qué pues diremos? ¿La ley es pecado? En ninguna manera.
Pero yo no conocí el pecado sino por la ley;” Pablo dice, “porque
tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás.” En
Gálatas 3:24 vemos, “De
manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin
de que fuésemos justificados por la fe.” La
ley de Dios actúa como un maestro de escuela (ayo) que nos trae a
Jesucristo para que seamos justificados mediante la fe a través de
Su sangre. La ley no nos ampara, sólo nos deja desamparados.
No nos justifica, sólo nos deja culpables delante de un Dios justo y
santo en el día del juicio.
La
tragedia del evangelismo moderno es que alrededor del principio del
siglo veinte, abandonó a la ley en su capacidad de convertir al
alma, para traer a los pecadores a Cristo, y tuvo que, entonces,
encontrar otra razón para que los pecadores respondieran al
evangelio. Y el tema que el evangelismo moderno escogió para
atraer a los pecadores fue el del “mejoramiento de la vida”.
El evangelio se degeneró en “Jesucristo te dará paz,
alegría, amor, realización y felicidad duradera.” Ahora,
para ilustrar la naturaleza anti-bíblica de esta enseñanza popular,
por favor escuche muy cuidadosamente la siguiente historia, porque la
esencia de lo que estoy diciendo se basa en esta ilustración
particular, por favor escuche cuidadosamente.
Dos
hombres están sentados en un avión. El primero recibe un
paracaídas y se le dice que debe ponérselo porque mejorará su
vuelo. Al principio él está un poco incrédulo porque no
puede ver como al usar un paracaídas en un avión pudiera mejorar el
vuelo. Después de un tiempo él decide experimentar para ver
si ésta declaración es verdadera. Mientras se lo pone se da
cuenta del peso en sus hombros y empieza a tener dificultad en
sentarse verticalmente. Sin embargo, se consuela a sí mismo
con el hecho de que se le fue dicho que el paracaídas mejoraría su
vuelo. Entonces decide darle un poco de tiempo. Mientras
espera se da cuenta de que otros pasajeros están riéndose de él
porque está usando un paracaídas en un avión. El empieza a
sentirse un poco humillado. Mientras empiezan a apuntarle y
reírse de él, ya el no puede más y entonces se levanta de su
asiento, se quita el paracaídas y lo avienta al piso.
Desilusión y amargura llenan su corazón, porque, mientras a lo que
a él le concierna, le dijeron una mentira.
El
segundo pasajero recibe un paracaídas, pero escuchen lo que se le
dice. A él le dicen que se lo ponga porque en cualquier
momento saltará a 25,000 pies de altura fuera del avión. Él
agradecido se pone el paracaídas, no se da cuenta del peso en sus
hombros, ni de que no se puede sentar bien. Su mente esta
consumida con el pensamiento de lo que le puede pasar a él si
saltara del avión sin un paracaídas.
Vamos
a analizar el motivo y el resultado de cada una de estas
experiencias. El motivo del primer pasajero para ponerse el
paracaídas es solamente para mejorar su vuelo. El resultado de
su experiencia fue el ser humillado por los otros pasajeros. Él está
desilusionado y algo amargado en contra de aquellos que le dieron el
paracaídas. Mientras esté en su poder, un largo tiempo pasará
antes de que alguien le ponga una de esas cosas en su espalda de
nuevo. El segundo pasajero se puso el paracaídas
exclusivamente para escapar el salto por venir, y debido a su
conocimiento de lo que le pasaría, a él, sin el paracaídas, él
tiene alegría y paz profunda en su corazón porque sabe que será
salvo de una muerte segura. Este conocimiento le da la
habilidad de tolerar la burla de los otros pasajeros. Su
actitud hacia los que le dieron el paracaídas es agradecimiento de
corazón.
Ahora
escuche lo que dice el evangelio moderno. Dice “ponte
al Señor Jesucristo. Él te dará amor, alegría, paz,
realización y felicidad verdadera.” En otras palabras
“Jesús mejorará su viaje.” Entonces el
pecador responde, y en forma experimental, se pone al
Salvador para ver si las declaraciones son verdaderas. ¿Y qué es lo
que obtiene? La tentación, tribulación y persecución prometida en
las Escrituras. Los otros pasajeros se burlan de él. ¿Entonces
qué hace? Se quita al Señor Jesucristo, pues él esta
ofendido y escandalizado (Marcos 4:17), él esta desilusionado y algo
amargado, y de manera justa. Pues, a él se le prometió paz,
alegría, amor, realización y felicidad duradera, y todo lo que
recibió fueron pruebas y humillación. Su amargura es dirigida
hacia aquellos que le dieron las “buenas nuevas”. Su estado
postrero es peor que el estado primero. Resultado: otro caído de la
fe, inoculado y amargo.
Santos,
en lugar de predicar que Jesús mejora el vuelo, debemos de advertir
a los pasajeros que van a tener que saltar del avión.
Que está“está
establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de
esto el juicio,” (Hebreos 9:27). Y
cuando el pecador entiende las consecuencias horribles de romper la
ley de Dios, entonces él va a correr hacia el Salvador sin reservas
para escapar la ira que viene. Y si somos testigos fieles y
verdaderos, eso es exactamente lo que estaremos predicando. Que hay
una ira que viene; que Dios “ahora
manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan…”
(Hechos 17:30). ¿Por qué? “Por
cuanto ha establecido un día, en el cual ha de juzgar al mundo con
justicia” (versículo 31). Mire,
éste no es un problema de felicidad, pero de justicia. No
importa que tan feliz sea el pecador, que tanto esté
disfrutando “las
comodidades temporales del pecado” (Hebreos 11:25). Sin
la justicia de Cristo, el perecerá en día de la ira. “No
aprovecharán las riquezas en el día de la ira: Mas la justicia
librará de muerte” (Proverbios 11:4). Paz
y gozo son frutos legítimos de la salvación, pero no es
legítimo es usar estos frutos como cebo para salvación. Si
continuamos haciendo esto, los pecadores responderán con un motivo
impuro y sin arrepentimiento.
Ahora,
¿puede usted acordarse por qué el segundo pasajero tenía gozo en
su corazón? Fue porque el sabía que el paracaídas iba a salvarlo
de una muerte segura. Y como creyente, yo tengo, como diría
Pablo, “gozo
y paz en el creer” (Romanos 15:13),
porque yo sé que la justicia de Cristo me va a salvar de la ira que
viene.
Ahora,
con esto en mente, vamos a tomar un vistazo más cercano a un
incidente en el avión. Tenemos una nueva azafata. Ella
está cargando una charola que tiene café hirviendo. Es su
primer día; ella quiere dejar una buena impresión en los pasajeros,
y ciertamente lo hace. Porque mientras está caminando en el
avión, se tropieza con el pie de una persona y tira todo el café
hirviendo sobre el segundo pasajero. Ahora
¿Cuál es la reacción de él mientras el líquido hirviente toca su
piel? ¿Acaso el dice? “¡Ussshh, como duele… Mmm-hhh!”
Claro, él siente el dolor. Pero entonces ¿se quita el
paracaídas de sus hombros, lo avienta en el piso y dice “estúpido
paracaídas!”? Claro que no. ¿Por qué lo haría de hacer?
Él no se puso el paracaídas para tener un mejor vuelo. Él se lo
puso para salvarse del salto por venir. En cualquier
caso, el incidente del café hirviendo le causaría aferrarse más al
paracaídas y esperar con más ansiedad a que viniera el salto.
Ahora,
si usted y yo nos hemos puesto al Señor Jesucristo por los motivos
correctos, para correr de la ira por venir, cuando la tribulación
viene, cuando el vuelo se torna turbulento, no nos vamos a enojar con
Dios; no vamos a perder nuestra paz y gozo. ¿Por qué lo haríamos?
No venimos a Jesús para obtener un mejor estilo de vida: venimos
para correr de la ira que viene. Y si algo pasara, la tribulación
atraería al creyente verdadero a aferrarse más al Salvador.
Y tristemente tenemos multitudes de cristianos profesantes que
pierden su gozo y paz cuando el vuelo se torna turbulento. ¿Por qué?
Porque son el producto de un evangelio centralizado en el hombre.
Ellos vinieron sin arrepentimiento, sin el cual no puede uno ser
salvo.
Parte
del sermón predicado por
Ray Comfort en Agosto de 1982
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