Analizadlo todo, retened lo bueno. 1 Tes. 5.21.
Por Miguel Angel Garcete






En
Haití comen galletas
de barro.
Mezclan el lodo con agua , algo de aceite y sal y elaboran una pasta
que mastican lentamente, a trocitos, para llenar sus estómagos
vacíos. No es una costumbre popular, ni mucho menos. Simplemente, no
tienen otra cosa qué comer.
Y
no es consecuencia del terremoto, esto ya sucedía mucho antes ,
cuanto más ahora. Recordemos que Haití es uno de los países más
pobres del mundo, que ha sufrido y sufre una constante
opresión y frecuentes invasiones militares ,
a pesar de ser (o quizá por ser) el primer país latinoamericano en
haberse rebelado contra la colonización y el dominio francés.
Imaginemos
el dolor, la frustración, la pena, la rabia de una madre haitiana
que no puede dar de comer a sus hijos más que un pedazo de barro. En
el escalafón más bajo de la pobreza algunos mendigan los trozos
rotos de esas galletas. Es una solución momentánea para un hambre
atroz, que provoca enfermedades estomacales e intestinales,
parasitosis y paradojicamente, desnutrición.
Es
una escena que se repite en zonas áridas de Etiopía, Malí y África
Occidental, donde también dan tierra a sus hijos, donde también
mueren cientos de personas a diario por el hambre continuada. De
éstos sabemos menos, porque la muerte por hambre crónica tiene
menos tirón mediático que una catástrofe natural, que el terremoto
que tragicamente ha situado en escena a Haití cuando antes nadie se
acordaba de ellos.




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